"NUEVAS SOMBRAS"
Siempre me han dicho
que “quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”, veamos. Con la reciente crisis global nos han agitado el árbol de nuestras sombras donde
medrábamos o simplemente envejecíamos en nuestra zona de confort. Hace diez
años los malos vientos financieros removieron muchas de las ramas de nuestro
bienestar. Todo peligró. Todo se movió. Ese vendaval fue como las alas de esa
mariposa que cambió el equilibrio de nuestras sociedades. La conjunción del
vendaval financiero con las nuevas evoluciones tecnológicas y geoestratégicas
nos ha llevado a un nuevo mundo.
De pronto hemos pasado
de la cómoda utopía occidental al más terrible “mal lugar” que pudiéramos
imaginar. Hemos aterrizado en distopía. Se han cumplido las “imaginaciones” de
Orwell y Huxley. El Mundo y el Sistema han cambiado. Lo del mundo plano es una
tecnología no un nuevo estadio global, lo de la democracia se vuelve a
convertir en una utopía, al mundo financiero como siempre le importamos un
comino, el libre comercio es otra utopía; al populacho: “pan (poco) y circo
(entretenimiento borreguil)” que no piensen más de lo imprescindible.
El ganador de la
guerra fría se ha replegado a sus cuarteles y ya no hay gendarme. Lo mismo hizo
el Imperio Central en el siglo XV y ha tardado seiscientos años en salir de su
guarida. Ahora quiere acomodar el mundo a su modo de ver la vida: ya nos ha
enviado las abejas velutinas, el perro tanuki y sus mercancías baratas, para
dominarnos y comprar nuestras plusvalías. Su “no democracia” no tiene piedad y
ha pasado de ser el taller del mundo intentar ser el nuevo actor global. Su tamaño si es
importante. Una rama que nos mueven… ¿Dará sombra?
Pero ocurren muchas cosas
nuevas ¿Han oído hablar de GAFAM? Pues existe. Está todos los días en sus
vidas, tiene tanta habilidad que es capaz de escurrirse entre las normas de
nuestros Estados. Domina mercados y servicios, se va convirtiendo en el
oligopolio de nuestra economía, el que marca hasta sueldos y salarios. El que
te hace un poco más feliz en tu monótona vida. No es un Estado pero tienen
mayor poder que la mayoría de ellos. Una vez más los Gobiernos de los Estados
van por detrás de la realidad ¿Para qué sirve el G20. si ni se enteran ni
arreglan las cosas? No es que exista un gobierno gris mundial, no es una
conspiración… es que Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft (el GAFAM) existen y los que
se dicen poderosos dejándolos hacer. El Nuevo Estado silencioso, sin tierras
pero muy poderoso. Nuevas ramas… ¿Otras sombras?
¿Pasaremos de
colonizadores a colonizados? ¿Nos daremos por satisfechos con unas migajas de
bienestar? El Mundo solo sería realmente plano cuando todos “todos” cumplieran
las mismas normas, tuvieran las mismas oportunidades, y cuando todas las
personas fueran “alfas”. Mientras tanto distopía. Mientras tanto realidad. Hay
que saberlo y actuar en consecuencia porque si te dejas llevar te quedas sin
sombra. Las ramas cambian y hay que irse acomodando a la sombra. Los europeos,
que se creyeron el ombligo del Mundo no se han dado cuenta de que tienen que
actualizarse porque en pocos años se pueden quedar desconectados y obsoletos.
La historia está llena de imperios menguantes, de imperios que dejaron de dar
sombra.
Los vientos han
agitado las ramas, muchas hojas han caído y la sombra ha cambiado. No ha sido
una crisis ha sido una evolución del sistema. Casi un nuevo sistema, lo que
está claro es que el punto de equilibrio ha cambiado y seguramente el centro de
gravedad también. Si se queda quieto la ola de la distopía lo arrastrará y se
quedará sin sombra. Esto es solo una reflexión algo pesimista, pero de estos
momentos sale el nuevo árbol. Cuando el burro se mueve la sombra cambia y si no
se mueve también.
Desde Las Medianías, que es mi sitio, julio de 2019.
“SEÑOR PIGOU HA LLEGADO”
Cuando estudiaba la
asignatura Teoría Muestral dentro de mi especialidad en Econometría, un ilustre
profesor al que desde aquí rindo respetuoso tributo, me enseñó que hay preguntas
tontas que es mejor no hacer por lo obvio de la respuesta. Una de esas
preguntas tontas e inútiles que no debes de hacer al entrevistado por lo obvio
de su respuesta es: “¿Quieren que le suban el sueldo?” No solo responderán la
inmensidad de los encuestados que “sí”, sino que además estás perdiendo el
hueco para una pregunta un poco más inteligente que te ayude a conocer mejor la
realidad del objeto del estudio.
El astuto candidato de
turno, que piensa que la gente es tonta y tiene cierta razón, al menos con
tertulianos y adláteres, nos ha prometido una subida de sueldos y pensiones. No
entro en la cuestión nada baladí de saber si lo podemos pagar. La gran manada
borreguil de la que casi todos formamos parte se lo ha tragado, y hasta le
parece bien. Pero todo tiene sus razones y consecuencias, veamos.
Cuando en nuestro
entorno económico internacional suenan tambores de, al menos, estancamiento, el
crecimiento económico ha de pasar de
estar basado en la exportación, la demanda del resto del mundo, al interior de
la nación. La forma más fácil de que el ciudadano del interior de la nación
consuma mas es hacerle sentir más rico, con mas dinero en el bolsillo. Aquí
aparece el Señor Pigou: A mayor número de unidades monetarias en el bolsillo
del ciudadano, aunque no varíe su poder adquisitivo en unidades reales, la
propensión al consumo aumentará. Nos han convertido en borreguil herramienta de
aumento nominal del PIB, y lo que es peor, nos están bajando nuestra capacidad
de ahorro… ¿Quién invertirá? ¿Quién pagará las pensiones?... El candidato de
turno, bien asesorado políticamente está sembrando el árbol de la próxima
debacle; uno de sus antecesores hizo algo parecido pero tirando dinero público
a los ciudadanos como si se tratase de un señor keynes cualquiera. Lo pagamos
con diez años de recesión y pusimos en grave riesgo nuestra economía social de
mercado
Lo de tirar del
consumo interno por la vía de mayor sueldo y hacer sentir a algunos, bastantes,
ciudadanos más ricos es un peligrosa medida. En un mundo en el que hasta el
aleteo imprevisto de una mariposa puede desencadenar un ciclón, una medida
económica no meditada ni analizada, puede hacer un gran agujero; y todos
sabemos lo duro que es salir del hoyo. En una economía abierta, y con los
vientos de fuera parados o en contra, un aumento de sueldos desproporcionado a
la capacidad de competir de la economía es muy peligroso, pudiera pasar que la
perdida de exportaciones fuera mayor que el aumento de consumo interno. Más
paro y menor PIB. Un riesgo innecesario. No piensen que estoy de acuerdo con
unos sueldos de miseria y hambre, no piensen que no crea que por el bien de
todos: ciudadanos y reino, un buen poder adquisitivo es recomendable. Creo que
en una economía moderna es inadmisible un desequilibrio importante entre el
crecimiento de las rentas de capital (dividendos) y de las rentas del trabajo
como ha venido ocurriendo recientemente, todo tiene que tener un equilibrio. Muchos
pasteles regados alegremente en el circo del cortoplacismo político producen
fuertes diarreas.
El Señor Pigou entra
en escena, vivió entre finales del siglo XIX y principios de XX en Cambridge, centró
su esfuerzo en analizar la Renta Nacional. Como todo ser humano en unas cosas
acertó y en otras erró. Aunque opinaba que el dinero estaba mejor en manos
privadas que en las públicas, lo contrario que su coetáneo y vecino Keynes, en
sus escritos subyace el principio del estado del bienestar. Lo que tenía claro es que variando el dinero
en los bolsillos de los ciudadanos se podía inducir un mayor o menor consumo. A
eso están jugando con todos nosotros, estamos en año electoral, y todo vale.
Las consecuencias en economía no son inmediatas, tardan en llegar, pero siempre
llegan. Gastamos más y nos sentimos más alegres pero… ¿Cómo va a ser el próximo
año? ¿Nos quedarán ahorros? ¡Póngase un límite!
El Señor Pigou ha
llegado, como las abejas velutinas, estará una temporada viviendo cerca del
poder, junto a Mr. Keynes, vigile, decida y procure que no le atrape totalmente en sus
despilfarradoras garras. Avisado queda, le quieren engañar.
Desde Las Medianías, que es mi sitio, mayo de 2019.
"CACHANCHANES"
Este mes pretendía hablar
de productividad, competitividad y analizar el milagro portugués, otra vez
será. Me voy a conformar con hablar de profesionalidad, esa que se da por
descontado y que la final esconde muchos fracasos empresariales. Para empezar comienzo
con una cita de Ferrán Adriá: “Muchos restaurantes están condenados al fracaso
antes de abrirse”, lo hemos visto y seguramente lo hemos sufrido. Cualquier
actividad económica necesita un plan y un concepto.
Les voy a contar mis desventuras
con un tal Diego. En el pasado noviembre decidí modificar unas de los
ventanales del cuarto de estar y colocar unos toldos para protegerme del sol
naciente. Conocía al tal Diego de unas pequeñas reparaciones anteriores y me
pareció que por como se explicaba conocía el negocio. Tardó un par de semanas
en pasar por casa para medir y hacer el presupuesto. A todo lo que le pedía
contestaba que sí, que eso se podía hacer, e incluso mejoró alguna de mis
propuestas como que los toldos que yo deseaba podían ser, por un buen precio,
automáticos que se abrieran y cerraran con la luz solar y que ante fuertes
rachas de viento se cerraran automáticamente. Me pasó rápidamente el
presupuesto y me pidió un adelanto sobre el precio final, eso sí ya me dijo que
no podía hacerlo inmediatamente porque tenía otras cosas. Quedamos para
mediados de enero, empezó la obra a principios de febrero, tras bastantes
llamadas por mi parte. La parte de demoler se le dio bien como a todos,
rápidamente rompió mas de lo necesario, rompió baldosas que no pensaba cambiar,
por tirar de los perfiles con fuerza bruta desconchó partes de la fachada y
ahora hay que repararla. Pese a todo la cosa parecía funcionar. Los quince días
de plazo para la instalación se fueron convirtiendo en semanas ¿Quién le
explica lo de la programación y la productividad a este charlatán? Como el ojo
del amo engorda el caballo no se daba cuenta que los peones hablaban tanto por
teléfono como trabajaban, otra vez la productividad. Empezaron los problemas
porque los perfiles de remate previstos no encajaban, quita y pon y a esperar
los nuevos, Los brazos de los toldos chocaban con las puertas al abrirlas, hay
un toldo marcado por el intento. Las puertas no pliegan sobre sí mismas como
estaba previsto. Los tiradores previstos o eran tipo mampara de cuarto de baño
o había que buscarlos, solo encontró dos y estamos esperando por otros tantos
porque primero había que pedirlos a la península y luego ya no se fabrican ¡La
insularidad también juega! Las cristaleras fueron tres o cuatro veces a la
fábrica porque venían rayadas, menos mal que era en la isla, pero pasamos medio
mes pasando frío. Y lo que es peor el magnífico toldo automático me tiene
manía, se abre y se cierra a la inversa, cuando sale el sol se cierra y al
anochecer se abre, lo del cierre por rachas funciona cuando quiere. Tanto es
así que lo tengo manual. El tal Diego manda un electricista de vez en cuando
que lo revisa y dice: “Ya está”, pero la cosa sigue igual. Llevamos dos meses y
pico con peones por la casa y quedan como diez remates que arreglar, no lo
entiendo. Compré un coche de buenas prestaciones y tengo un utilitario a precio
de coche bueno. Yo sigo desesperando.
Y yo me pregunto ¿Quién dejó al
tal Diego montar una empresa? Debería haber sido torero aunque eso parece que
también tiene poco porvenir. Le ocurre como a esos aparejadores que cuando la
crisis abrieron un bar chic con el dinero del paro y todos han cerrado. Montar
una empresa es más que saber hacer alguna cosa. Nos encontramos diegos en todas
las profesiones. No son sino meros expertos y poco profesionales en sentido
empresarial. No saben planificar, no saben lo que tiene que rendir un empleado,
no saben medir el tiempo de ejecución y así solo les queda la labia para ir
trapicheando situaciones. Quedan mal con el cliente actual y con el futuro. Son
simplemente unos cachanchanes que se quejan porque a los extranjeros que se
instalan aquí les va bien porque saben de lo que es ser profesional cumplidor,
conocen de organización y de palabra dada.
Sirva esta reflexión como
homenaje a todos mis amigos que alguna vez han caído en manos de un Cachanchán.
A Dios le pido que ilumine al tal Diego porque acabará poniendo un bar.
Desde Las Medianías, que es mi sitio,
abril de 2019.
“LA COMIDA DEL COCHINO”
Ventajas de la edad, todavía
recuerdo cuando las latas de galletas, el recipiente, se devolvía al ventero;
todavía recuerdo cuando los cascos de las cervezas y del “orange” se pagaban al
comprar y te devolvían su importe al retornarlos. Todavía recuerdo como los
pantalones usados del padre se reutilizaban pare el hijo quinceañero. Recuerdo
ir a comprar jamón de York y te cortaban las lonchas al gusto y las envolvían
en papel encerado, recuerdo el queso blanco cortado a cuchillo y envuelto en
papel de estraza. Recuerdo comprar en la pescadería del mercado y el envoltorio
era de periódico atrasado porque la tinta ahuyentaba los gatos. Recuerdo los
cartuchos de las legumbres a granel, todas. También recuerdo, ya en casa, como
había que desliendrar y desempedrar aquellas legumbres. Recuerdo los yogures de
envase de vidrio retornables que solo se compraban en una farmacia junto a la
palmera del parque cuando había un convaleciente en casa. Recuerdo el aceite y
el vino a granel. Recuerdo, con cierta nostalgia, aquellos “panisienes”
rellenos de chorizo de perro o de sardinas que vendían en los carritos.
Recuerdo cuando antes de los kioscos los carritos se guardaban todas las noches
en un garaje. Recuerdo aquellas guaguas azules y rojas con carrocería de cartón
piedra y bancos de madera. Recuerdo el pollo de los domingos y fiestas de
guardar. Recuerdo las neveras de hielo. Recuerdo que las frutas y verduras eran
verdaderamente de proximidad y realmente de temporada. Ventajas de la edad.
Recuerdo que con el ahorro y el
esfuerzo de nuestros padres pudimos estudiar en un colegio de pago, también que
mi padre tenía dos o tres empleos para poder llegar a fin de mes. Poco a poco
todo aquello fue cambiando a mejor. Poco a poco murieron las ventitas de la
esquina, los supermercados cambiaron la presentación y el envoltorio de los
productos, el plástico se fue imponiendo. El cartucho dejó paso a la bolsa de
plástico. La fruta y las verduras empezaron a venir de lejos. La verdad que la
cosa mejoró mucho, casi nos sentíamos ricos, cuando la verdad es que solo
éramos nuevos ricos. Seguimos mejorando y adquiriendo un barniz de modernidad y
consumismo cada vez mayor. Nos inventaron la tarjeta de crédito y mataron al
patrón oro, caímos en las garras del mundo financiero, nos necesitaba como la
Peruvian Company necesitó a los indios; para endeudarnos y deberles siempre
dinero. Nos creimos felices y que aquello era para siempre. Y gastamos y
seguimos gastando, y despilfarrando recursos, y llegó el momento en que el
mundo se quedó pequeño. Como todo era fácil llenamos el mundo de restos de
envases, plásticos y botellas, llenamos el aire de gases perniciosos y la
generalidad de la gente se apoltronó. Además todo era deuda financiera y el
bienestar también.
La cosa hizo crack y las finanzas
se desplomaron, la gente se dio cuenta que estaba gastando de más, los
gobiernos tenían un agujero inmenso, y las empresas también. Hubo que parar y
pensar, al menos algunos. Los financieros pusieron simplemente un parche y
siguieron, la gente descubrió que el año próximo sería peor que el actual, las
empresas recortaron y empeoraron la situación de la gente. La Peruvian Company
de turno bajó el sueldo de sus indios y no les perdonó las deudas. La gente se
dio cuenta de que el mundo solo era plano para los financieros y sus allegados,
que la democracia y la libertad solo estaba implantada en una pequeña parte de
occidente, el resto, la gran mayoría vivían bajo el yugo de déspotas mas bien
poco ilustrados, el mundo no era plano ni equitativo, grandes poderes luchaban
por la hegemonía global o local.
Ahora hemos descubierto, mas bien
a la fuerza, que hay que medir el gasto, que los productos de proximidad son
mejores y mas sabrosos, que es bueno que compremos lo que producen los vecinos
porque el beneficio se queda en la zona y no lo enviamos al otro lado del mundo
para que nos acaben comprando. Hemos descubierto que el mundo es física y
económicamente finito y que no podemos machacarlo, que corrimos mas que la
tecnología aplicada. Que esto hay que arreglarlo y que los desperdicios, como
hicieron nuestros padres, se pueden poner en una lata grande y vieja y darle de
comer a los cochinos, seguramente no será así literalmente pero habrá un
contenedor marrón para ello. La comida del cochino es el paradigma de la nueva
economía circular.
Desde Las Medianías, que es mi sitio,
marzo de 2019.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)