Cuando estudiaba la
asignatura Teoría Muestral dentro de mi especialidad en Econometría, un ilustre
profesor al que desde aquí rindo respetuoso tributo, me enseñó que hay preguntas
tontas que es mejor no hacer por lo obvio de la respuesta. Una de esas
preguntas tontas e inútiles que no debes de hacer al entrevistado por lo obvio
de su respuesta es: “¿Quieren que le suban el sueldo?” No solo responderán la
inmensidad de los encuestados que “sí”, sino que además estás perdiendo el
hueco para una pregunta un poco más inteligente que te ayude a conocer mejor la
realidad del objeto del estudio.
El astuto candidato de
turno, que piensa que la gente es tonta y tiene cierta razón, al menos con
tertulianos y adláteres, nos ha prometido una subida de sueldos y pensiones. No
entro en la cuestión nada baladí de saber si lo podemos pagar. La gran manada
borreguil de la que casi todos formamos parte se lo ha tragado, y hasta le
parece bien. Pero todo tiene sus razones y consecuencias, veamos.
Cuando en nuestro
entorno económico internacional suenan tambores de, al menos, estancamiento, el
crecimiento económico ha de pasar de
estar basado en la exportación, la demanda del resto del mundo, al interior de
la nación. La forma más fácil de que el ciudadano del interior de la nación
consuma mas es hacerle sentir más rico, con mas dinero en el bolsillo. Aquí
aparece el Señor Pigou: A mayor número de unidades monetarias en el bolsillo
del ciudadano, aunque no varíe su poder adquisitivo en unidades reales, la
propensión al consumo aumentará. Nos han convertido en borreguil herramienta de
aumento nominal del PIB, y lo que es peor, nos están bajando nuestra capacidad
de ahorro… ¿Quién invertirá? ¿Quién pagará las pensiones?... El candidato de
turno, bien asesorado políticamente está sembrando el árbol de la próxima
debacle; uno de sus antecesores hizo algo parecido pero tirando dinero público
a los ciudadanos como si se tratase de un señor keynes cualquiera. Lo pagamos
con diez años de recesión y pusimos en grave riesgo nuestra economía social de
mercado
Lo de tirar del
consumo interno por la vía de mayor sueldo y hacer sentir a algunos, bastantes,
ciudadanos más ricos es un peligrosa medida. En un mundo en el que hasta el
aleteo imprevisto de una mariposa puede desencadenar un ciclón, una medida
económica no meditada ni analizada, puede hacer un gran agujero; y todos
sabemos lo duro que es salir del hoyo. En una economía abierta, y con los
vientos de fuera parados o en contra, un aumento de sueldos desproporcionado a
la capacidad de competir de la economía es muy peligroso, pudiera pasar que la
perdida de exportaciones fuera mayor que el aumento de consumo interno. Más
paro y menor PIB. Un riesgo innecesario. No piensen que estoy de acuerdo con
unos sueldos de miseria y hambre, no piensen que no crea que por el bien de
todos: ciudadanos y reino, un buen poder adquisitivo es recomendable. Creo que
en una economía moderna es inadmisible un desequilibrio importante entre el
crecimiento de las rentas de capital (dividendos) y de las rentas del trabajo
como ha venido ocurriendo recientemente, todo tiene que tener un equilibrio. Muchos
pasteles regados alegremente en el circo del cortoplacismo político producen
fuertes diarreas.
El Señor Pigou entra
en escena, vivió entre finales del siglo XIX y principios de XX en Cambridge, centró
su esfuerzo en analizar la Renta Nacional. Como todo ser humano en unas cosas
acertó y en otras erró. Aunque opinaba que el dinero estaba mejor en manos
privadas que en las públicas, lo contrario que su coetáneo y vecino Keynes, en
sus escritos subyace el principio del estado del bienestar. Lo que tenía claro es que variando el dinero
en los bolsillos de los ciudadanos se podía inducir un mayor o menor consumo. A
eso están jugando con todos nosotros, estamos en año electoral, y todo vale.
Las consecuencias en economía no son inmediatas, tardan en llegar, pero siempre
llegan. Gastamos más y nos sentimos más alegres pero… ¿Cómo va a ser el próximo
año? ¿Nos quedarán ahorros? ¡Póngase un límite!
El Señor Pigou ha
llegado, como las abejas velutinas, estará una temporada viviendo cerca del
poder, junto a Mr. Keynes, vigile, decida y procure que no le atrape totalmente en sus
despilfarradoras garras. Avisado queda, le quieren engañar.
Desde Las Medianías, que es mi sitio, mayo de 2019.
Verdaderamente, es para echarse a temblar, antes de llorar. Yo me hago, también, un similar planteamiento, cuando observo ese espíritu regalón, que siempre será bien visto por el ciudadano de a pie, pero en paralelo tiene que haber una respuesta a la pregunta: ¿de dónde se sacará el dinero necesario para cubrir el importe de esos regalos?.
ResponderEliminarQue Dios nos coja confesados. Muchos saludos,estimado Magóez.
Me temo que el dinero saldrá del déficit estructural y... ¡Cómo no! Lo pagarán los de la siguiente generación: hijos, nietos y pensionistas ¡Todos!
EliminarEsta claro, por lo menos para mi que es de mayor importancia que el ciudadano tenga dinerito en el bolsillo, las subidas de impuestos limitan esta opción, bien es cierto que tampoco se puede despilfarrar el dinero pero en la coyuntura en la que estamos la balanza esta mas inclinida a favor de una administracion que no sabe o piensa que gastando lo que no se tiene vamos a crear un bienestar mejor, soy partidario de bajar impuestos y subir salarios en la medida de lo posible y con un equilibrio razonable, no se puede gastar lo que uno no tiene, espero que la crisis de estos últimos años nos hayan servido de algo.
ResponderEliminarHacer gastar a la gente a cambio de sus ahorros conduce a menor inversión en bienes de equipo, lo que en unos años se traduce en bajada de productividad y, por tanto, de salarios. ¡Mala solución! Lo mismo que falsear el crecimiento económico por la keynesiana forma de aumentar el gasto/consumo públicos. Ya lo hemos vivido.
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