Hortensias verdes en Santiniebla |
Como todos los años aproveché la
canícula para darme un salto hasta la casa de mi “alter ego” en Santiniebla,
que bien ganado se tiene el nombre, tan cubierto y neblinoso ha sido el verano
que las hortensias han florecido este año en color verde. Ya que me encontraba
en la zona aproveche un domingo para acercarme a la augusta Lucus, patrimonio
de la humanidad ¡Muy bien cuidada y gestionada! ¡Inmaculada limpieza!, que
aprendan algunos que yo me se. Almorzando en una de sus terrazas cosas de
siempre del país con actual presentación, me encontré con el conocido Pelúdez y
señora; otro hombre de aldea que baja regularmente a la ciudad a tomar sus
termas y especialmente conocido por sus crónicas de las fiestas de San Froilán.
Sentados a la mesa tuvimos una larga y agradable conversa de sobremesa, tan
larga y tan bien acompañada de orujo y "café de pota" que nos dio tiempo para
hablar y filosofar de casi todo.
Hablamos de las cosas que pasan,
de cómo cambia la sociedad, de lo que pervive y de lo nuevo. En un momento de la
charla le conté que estaba bastante triste con la muerte de un buen empresario
que conocí y el asunto devino en las cualidades de este tipo de personas:
─Ante todo tiene que ser discreto
y trabajador. Tener el alma en el negocio y la cabeza fuera para ver lo que
está pasando. Tiene que conocer en profundidad su actividad no solo su negocio.
Ser tenaz sin ser obsesivo, ser eminentemente social. Reinvertir la mayoría de
sus beneficios en hacer crecer su negocio y ser suficientemente abierto de
mente para encontrar actividades complementarias a su actividad que redunden en
beneficio del negocio. Invertir principalmente con lo que tiene, buscar socio y
gerentes adecuados. No perder nunca la visión de conjunto y crecer en las
coyunturas favorables y en las desfavorables asentar, redirigir y prepararse
para la siguiente bonanza. Siempre invertir y nunca despilfarrar, nada de
aventuras en sectores desconocidos y si tiene que hacerlo con los socios y
gestores muy bien elegidos. En su empresa tiene que tener prioridad el
conocimiento y la mejora constante, para ello se trata de contratar a los
mejores con la más alta cualificación posible, ya crecerán. ─me dijo Pelúdez.
Su vida particular ha de ser
frugal y discreta sin grandes dispendios y lujos extravagantes. ─continuó el
gallego─ Ha de saber perfectamente que con su estilo de vida está marcando el
camino a sus hijos y empleados. Ha de tener un buen vivir sin descuidar el
trabajo. Nunca ha de perder la cabeza por muy lleno que tenga el bolsillo. No
puede ser avaro ni manirroto. Ha de estar agradecido a la sociedad que le
permite vivir. Nunca debe olvidar que vive en sociedad y que cuanto mejor sea
esta mejor le irá a él. En cuanto le sea posible ha de dedicar parte de su tiempo a
las organizaciones empresariales y otras de su entorno. Sin perder de vista su
rumbo debe de favorecer todo lo que redunde en beneficio de sus compatriotas
próximos, ha de favorecer el conocimiento y la cultura en la medida de sus
posibilidades. El tiempo y su entorno se lo agradecerán, y siempre con la
modestia que tiene mantener. Debe tener, y mantener, sus ideales: defenderlos,
explicarlos y aplicarlos sin acritud. Además, debe de ser tenaz y discreto en
la defensa de sus ideales, sin crear más controversias que las académicas, como
lo es en su empresa. Un hombre casi ejemplar.”
─Amigo Pelúdez todas esas y
algunas cualidades más tenía este Don Sergio, el empresario del que le hablé,
─le respondí─ también tenía una cualidad que unir a la de buen empresario y es
que, además, era buena gente.
Tras darnos cuenta de lo tardío de la hora, pagamos, nos despedimos. Vi alejarse a Pelúdez hacia su pensión, con su boina calada y su paraguas colgado del cuello de su gabán, ─por si acaso, ─dice siempre. Yo tras atravesar las nubes casi perennes retorné a Santiniebla meditando sobre lo hablado y sintiendo la falta de muchos más buenos empresarios, que algunos hay. Gente así hace siempre falta.
Tras darnos cuenta de lo tardío de la hora, pagamos, nos despedimos. Vi alejarse a Pelúdez hacia su pensión, con su boina calada y su paraguas colgado del cuello de su gabán, ─por si acaso, ─dice siempre. Yo tras atravesar las nubes casi perennes retorné a Santiniebla meditando sobre lo hablado y sintiendo la falta de muchos más buenos empresarios, que algunos hay. Gente así hace siempre falta.
¡Hala que
les vaya bien! Un saludo de
En Las Medianías, que es mi sitio, a
domingo, 30 de septiembre de 2018.
Haberlos, haylos. o "hailas" que no está claro. Lo triste es que, malos políticos que no buenos gestores, parecen disfrutar fastidiando a personas como D. Sergio.
ResponderEliminarComo siempre, Magóez, das en el clavo. Si un empresario reúne la mayoría de esas cualidades y, además de ser buena gente, sabe rodearse de un buen equipo humano, tiene asegurado su triunfo y, lo que no es menos importante, el cariño de cuantos le rodean. Ojalá que esa especie no decaiga y que D. Sergio (a quien creo no haber conocido) descanse en paz. Un abrazo.
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