“EL MITO DEL DÉFICIT”

La economía de las naciones debe de ser como la economía de una honrada familia, dicen los políticos. No se puede gastar más de lo que se ingresa, dice la calle. Los intereses negativos, o cero, ahuyentan a los inversores, ¡Que le pregunten a Japón! La liturgia del lenguaje y la comunicación de los políticos formados en dos tardes, o menos, confunden al pueblo. La ciencia económica no es perfecta pero algo sabe de economía.
El mito del ahorro público, déficit controlado o cero, es una imposición absolutamente “merkeliana”, es  lo que le interesaba a su país y una forma de dominio y control de una Unión en fase de constitución. El tamaño del Estado es lo importante y esa es una decisión política de los ciudadanos. El bienestar es, por tanto, una decisión ciudadana. Una decisión estratégica y colectiva que conforma unas relaciones económicas y una forma de construir la convivencia. No es solo la economía. La pregunta, es entonces, ¿Qué tamaño de estado podemos permitirnos? ¿De qué herramientas disponemos?
 La gran herramienta que disponemos se llama crecimiento. ¿Mantequilla o cañones? Es la pregunta retórica que se hicieron algunos economistas. Veamos las consecuencias: La URSS eligió cañones y sufrió las consecuecias, el pueblo pasó hambre, eso sí, equitativamente distribuida. Los USA eligieron mantequilla (consumo) y ciencia, crecieron tanto que tienen el más potente y eficaz ejército. Europa cambió parte de la mantequilla por economía del bienestar y le creció el tamaño del Estado. Tres decisiones tres formas de economía. Podríamos matizar la cuestión con el cruce por el grado libertad de los ciudadanos adscritos a cada país. Otra decisión, otra forma de gobernar.

En nuestras pequeñas economías privadas la deuda desmesurada transforma el apalancamiento financiero en empalamiento en cuanto falle algo. En las economías de los Estados la deuda se gestiona de otra manera. Hay Banco Central que maneja los tipos y que imprime dinero. La Eurozona está en transición. Se prohibe, o lo intentan, acabar con el déficit público. ¿Por qué? ¿Quién ha dicho que el límite del déficit está en el 90% del PIB? (Por cierto, no sean políticos, y confundan el PIB con la riqueza de un país, El PIB es un flujo y la riqueza es un stock) El déficit se transforma, así, en una herramienta más para conseguir el crecimiento. Claro que su uso comporta una serie de limitaciones e interactuaciones en otras posibles medidas. En economía pública nada es inocuo, todo se relaciona. El “céteris páribus” es una ilusión de primero de carrera. Que quede claro que el déficit no es malo per se, es como el vino que depende del volumen consumido y de sus efectos en cada uno.
El déficit genera capacidad de gasto. Bueno y malo. ¿Malo? Cuando esa mayor capacidad de gasto se ocupa en “meras liberalidades” se puede llegar a producir un crecimiento menor que el tipo de interés de la deuda, todo depende de las decisiones económicas del vendedor de liberalidades. Es aquí cuando entran en funcionamiento la productividad, la eficacia y la eficiencia, son ellas las culpables no el déficit. Apalancarse sin empalarse es la cuestión, otra vez el crecimiento. Aparecen la inflación y sus hijas predilectas: las burbujas. Vender, vender y vender sin preocuparse de quien lo comprará, sin saber que lo podrán pagar. El cuento de la lechera se convierte en realidad. Sin crecimiento no se puede pagar. Los equilibrios son importantes, los Gobiernos también.
Generalmente el ahorro no precede a la inversión, así es el mundo moderno. Por eso inventamos los bancos y los mercados financieros: Para que nos financien. La perversión es cuando se prestan dineros entre ellos y no financian crecimiento, por eso hablaba el mes pasado de una bomba de 200 megatones. En la vida real se gana y se pierde, en la aristocracia financiera solo se gana, algo está desequilibrado, es otro artículo futuro. El déficit se debe convertir en tangibles. En el límite del estado del bienestar el déficit llega a generar okupas del presupuesto, eso es ética no economía, algunos lo llamarán keynesianismo.
Lo del déficit, como ven, es un mito, es una herramienta. Lo importante es el tamaño del Estado y esa es una decisión meramente política.
¡Hala, que les vaya bien! Hasta el mes que viene. Un saludo de

En Las Medianías, que es mi sitio, a domingo, 29 de mayo de 2016.

PS): En junio del 2013 escribí otra reflexión sobre la clase media:
"A VUELTAS CON LA CLASE MEDIA" (volver a leer)

“UNA BOMBA DE 200 MEGATONES”

Al final de la guerra fría, cuando el mundo se ponía al borde de la destrucción mutua nuclear, el Reloj del Apocalipsis –o del Fin del mundo- se puso a tres minutos de la hora cero. Posteriormente llegó a ponerse a más de un cuarto de hora del apocalipsis. De acuerdo, mide el riesgo de la destrucción nuclear, y ahora incluye el cambio climático y el tecnológico, también debería incluir el coste del desmantelamiento de las centrales nucleares llegadas al fin de su vida útil. Para evitar riesgos hay que prever ese gasto de mantenimiento de instalaciones improductivas. El caso es que en su última actualización de ese terrorífico reloj se ha vuelto a situar a tres minutos de la medianoche.

Hay una bomba debajo de nuestros pies, una bomba de 200 megatones. Recuerden que las bombas de Hiroshima y Nagasaki eran de unos quince kilotones cada una. Un megatón son mil kilotones. Los doscientos megatones son de deuda acumulada mundial, el Mundo se debe a sí mismo 200 billones de dólares. Un billón es lo mismo que mil millones de millones. Números inasumibles para la mente humana normal. Un paso en falso y nos autodestruimos. La deuda, por definición, debe generar crecimiento y desarrollo. ¿Qué pasa si el mundo se para? ¿Qué pasaría si el crecimiento global del PIB es inferior al tipo de interés medio pagado? Teniendo en cuenta que el PIB mundial es de aproximadamente ochenta billones al año, y si dedicamos un diez por ciento del mismo a servicio de la deuda, resulta que hemos anticipado consumo por más de treinta años. Vamos que la generación digital, la Generación Z como la llaman ahora, se jubila y todavía sigue pagando las deudas de sus abuelos. Y aquí no vale recibir la herencia a beneficio de inventario. Todo va a depender del efecto apalancamiento de donde se ha invertido la deuda - el crédito-. Y me temo que el mundo financiero se ha separado enormemente del mundo real.
Desde el inicio de la crisis en 2007 la deuda financiera mundial se ha elevado en casi un cincuenta por ciento. El PIB mundial no se ha elevado en esa cantidad y encima se ha ralentizado. Algo ha pasado que no cuadra. Esta inmensa deuda está dañando el crecimiento. Durante la crisis se ha pretendido salvar el crecimiento y el sistema traspasando deuda financiera privada a pública. Una parte de la misma está ahora en manos de los bancos centrales por mor de las facilidades financieras otorgadas. Es hora de sacar a la luz pública el discreto debate que la academia está desarrollando discretamente sobre restructuración ordenada de deuda y ralentización del crecimiento global. Al mundo le ocurre lo mismo que a las familias y los Estados: No pueden gastar más de lo que ingresan y producen ¡Esa es la bomba! El globo está tan hinchado que cualquier decisión errónea lo puede explotar. Hay que quitar tensión en el sistema. Hay que pensar en cancelar “gratis et amore” una parte importante de la deuda pública en poder de los bancos centrales, generará capacidad de crecimiento y favorecerá la inflación, una especie de helicóptero que regará liquidez a gobiernos y bancos para gastos e inversiones productivos. Se trata de parar el reloj y bajar tensión de este  globo global.
La nueva geopolítica poliédrica llena de aristas basada en la sigilosa lucha de las, viejas y emergentes, “meganaciones” por la influencia y el control zonal del mundo. A pesar de este plano mundo global, los líderes no han subido el escalón necesario para tener una visión global del problema. Esta globalidad general se puede convertir fácilmente en una Torre de Babel, que caerá, no por los idiomas, sino por el egoísmo nacionalista de los poderosos; y mientras tanto destruyendo la estructura social creando menos muy ricos y más “míseros paniaguados”.  La bomba está cebadando día a día: ralentización del crecimiento por la propia ley de los rendimientos marginales decrecientes, sueldos de sobrevivencia que impiden las políticas de aumento de consumo, deflación general que impide desapalancamiento financiero de personas y organismos públicos y privados, robotización masiva inminente y otras. Por eso, y otras cosas, la teoría económica está deviniendo en obsoleta ¡Los 200 megatones están a tres minutos! ¡La bomba!
¡Hala, que les vaya bien! Hasta el mes que viene. Un saludo de

En Las Medianías, que es mi sitio, a domingo, 24 de abril de 2016.