“NUEVOS AIRES NUEVOS”

En uno de estos últimos puentes uno de mis compadres se fue a la capital de la nación. Cuenta que le gustó bastante. Lo que más le llamó la atención fue el nuevo sistema de taxis llamado “ubres” o algo así. Se lo llamaron del hotel para volver al aeropuerto. Coche limpio, nuevo, amplio y silencioso. El chofer emperchado con un terno como de entierros y su camisa con corbata. Afeitado de esa misma mañana. Le pregunta si quiere que le ponga la radio y si tiene alguna preferencia y si el climatizador está a su gusto. Como dicen en las novelas el vehículo se deslizó suavemente camino del aeropuerto. Llegamos en un pisplas o así se lo pareció. Pagó el recorrido, sin problemas, con su tarjeta bancaria. ¡Oiga, que fui como un señor y más barato! El conductor se despidió sonriente.
¿Más barato que qué? Es que tenía que haber empezado a contar por el principio. Al llegar a la capital me puse en la cola de taxis para ir hasta el hotel. Me tocó, como si fuera una rifa, un cacharro blanco con los sillones hundidos y restos de galletas. El conductor con barba de tres días, chándal y chanclas. Me puso la radio que le dio la gana, muy alta. Se pasó una parte del recorrido criticando a la alcaldesa y al gobierno, no le importó mi opinión. Los cristales los mantuvo bajados y llegué al hotel despeinado y con dolores en las raíces de los pelos. Pagué lo que marcaba el cacharro ese que llevan los taxis y que pone una cantidad que cambia una vez llegado a destino por eso de los “complementos”. Pagué lo que me dijo, en efectivo, así le dejas de propina el redondeo. El chofer se despidió murmurando y medio mosqueado, no sé con qué cosa. Llegué como a disgusto y sin sentirme un cliente, simplemente un “pax” como dicen en el low-cost.
Así está la cosa. Chocan el gremio de toda la vida con el nuevo mundo tecnológico y competitivo. Conviven y ganará el más moderno si los políticos no interfieren. Está pasando como cuando en los primeros setenta apareció el radio-taxis frente al taxista de parada fija. Era igualmente rompedor, al final se adaptaron como lo han hecho con el callejero por “gps” en lugar de aquella sucia y manoseada guía en papel que usaban para buscar calles no habituales.
Historias como esta se podrían contar en muchos sectores. Comidas, viajes, compras, etc. Economía compartida, de aprovechamiento, circular o parecido. Mucho hay de verdad en estos nuevos modos y algo de pose pseudo-intelectual. El caso es que ha venido para quedarse, son el nuevo capitalismo global. Este nuevo capitalismo hijo de las nuevas tecnologías y la consiguiente globalización. El mundo se ha vuelto finito y se ha llenado de personas y de nuevos actores geopolíticos. Todo ha cambiado sin que casi nada cambie. No hay revolución, simplemente el capitalismo, que ahora es casi global, ha doblado una esquina de la calle de la historia. Los números económicos del Mundo son mejor que nunca en los últimos siglos aunque usted ciudadano del primer mundo no lo perciba. Los nuevos aires son buenos para casi todos los humanos. Los nuevos aires trastocan el equilibrio establecido. Esperemos que cuando se restablezca el equilibrio no quedemos en la parte de los desfavorecidos. Por demografía y por soberbia pudiera ser que los nuevos aires no fueran buenos, veremos y esperemos esperanzados.
Del taxista a la criptomoneda, esta es nuestra época. Todo se desregula, los  Estados se mosquean, pero es posible que el “bitcoin” (la criptomoneda por excelencia) sea una parte de su futura jubilación. Es posible que estemos viendo el nacimiento de un nuevo sistema de pagos generalizado. Haga como el viejo judío con sus beneficios: dedique la mayoría a su negocio, un diez por ciento a negocios especulativos con amigos y socios y el dos por ciento restante por si surge algún bitcoin. Los nuevos aires están aquí, ya veremos como son, pero dadas las fechas navideñas mi deseo es que sean “nuevos aires buenos”
¡Hala que les vaya bien! Hasta el mes que viene y ¡BUEN AÑO 2018! Un saludo de

En Las Medianías, que es mi sitio, a domingo, 31 de diciembre de 2017.


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